viernes, 14 de enero de 2011

Marilyon

Tengo un animal curioso, mitad mariposa, mitad león. Tiene hermosas alas azules como el cielo, azules como el mar, cuya orilla está adornada con hermosas figuras semejante a la amatista.
Su esbelto cuerpecillo tiene el color de la tierra recién labrada, preparada para la siembra, es suave, elástico, salpicado de puntitos dorados, sus movimientos forman rayitos de luz. Tiene una cabeza redonda que sobresale de su cuerpo, siempre está buscando, olfateando para todos lados, mueve la cabeza para acá y para allá, entonces aletea tanto como un colibrí y se lanza en picada para atrapar lo que ha llamado su atención.

Cuando escribía un cuento para el Taller de Narrativa, con los rayos del sol entrando por mi ventana, Marilyon me descubrió, me miró con asombro, con curiosidad. La observe intrigada, nunca había visto una mariposa con cuerpo de león, pensé que era imposible, pero ahí estaba, sus negros ojitos parecía que querían entrar en mi cuaderno, entonces volteaba hacia mi y se apenaba.

Yo seguía leyendo, pensando que mi imaginación perdía los límites de la realidad cada vez con más frecuencia, pensaba que las clases de narrativa estaban dejando secuelas. Marilyon seguía ahí insistiendo en entrar. Creí que era un sueño y como tal seguí soñando, abrí la ventana y entró como si fuera su casa. Voló por toda la habitación reconociendo cada cosa que encontraba.

Apurada por cumplir con mi tarea, seguí escribiendo sin darle importancia, cansada fui a dormir, y a la mañana siguiente estaba ahí, instalada en la cajita de madera con tapa de repujado, que me regaló Iván en mi cumpleaños, con las alas recogidas, acurrucada y cubierta con los pétalos de mi flor de nochebuena, su cabecita que es grande para su delicado cuerpo colgaba y al respirar, por su boquita salía acordes musicales que me hicieron pensar en el canto de las sirenas.

Desde entonces, cada vez que me siento a escribir, Marilyon se acerca revoloteando para un lado y otro para que no me de cuenta de sus intenciones. Le gusta robar mis letras, conforme voy escribiendo las atrapa, las envuelve en hojitas de enredadera, les agrega un rayito de sol y se las come con tal voracidad que no me da tiempo de rescatarlas.

Sólo puedo seguir escribiendo cuando la dejo tomar uno o dos párrafos de lo que he escrito, entonces se sienta junto a mi cuaderno, le acarició la cabeza y la pancita, sus alas ni las toco, son tan ligeras, transparentes, que pienso que las maltrataría. También le gusta comer las letras de los exámenes que ya califiqué, cuando tengo que ir a trabajar, le dejo alguno para que coma mientras regreso.  Le he arreglado la ventana con muchas flores para que juega con ellas mientras no estoy.
Cuento: Lourdes Ibáñez (Taller de narrativa)
Ilustración: Lourdes Ibáñez (Taller de photoshop)

1 comentario:

  1. Qué buen trabajo, felicidades a la autora, al profesor y al Estudio que abre las puertas a la libre expresión de los sentidos!! ; )

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